Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo.
- Jean Paul Sartre -
Cnel. (GN) Antonio Semprun
La noche sirve entre otras cosas para amparar el delito. Los delincuentes esperan que llegue la noche para cometer sus fechorías y atacar a sus víctimas. La noche favorece al hampa, así actuó el gobierno del presidente venezolano un viernes por la noche, cuando para seguir asestando golpes letales a la debilitada democracia en Venezuela arenga a sus asalariados para que estos a su vez envíen a emisarios de la ilegalidad a presentarse en horas de la noche en treinta y dos emisoras de radio y dos estaciones de televisión a silenciarlas porque en la ruta hacia la dictadura una emisora de radio o una estación de televisión disidente representa una ventana al mundo que hay que cerrar. El presidente venezolano se ha propuesto a engullir poco a poco pero sin pausa la libertad de expresión en Venezuela. Es la orden que dá y que ha recibido. Se vale de una corte de acólitos encabezados, esta vez por la Fiscal General sobre quién debería recaer la responsabilidad de velar por la correcta aplicación y el cumplimiento de las leyes de la República. Esta dama que ante el regaño del amo se coloca la toga y el birrete para impregnarse ilegalmente de legisladora, propone una ley de Delitos Mediáticos que se estrella de frente con el artículo 57 de la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela y el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Somos los venezolanos los únicos artífices para llevar adelante la misión de abrir los oídos, los ojos del bravo pueblo de Venezuela y de la comunidad internacional para que entiendan una vez por todas que en Venezuela un presidente se convirtió en el bodeguero que quiere administrar y ordenar el país como una bodega de su propiedad. El presidente venezolano anuncia a gritos con sus actos y acciones el camino hacia la dictadura. Después de Cuba donde por cincuenta años no ha habido libertad de expresión ni de pensamiento, Venezuela es el segundo país del continente en donde se han encaminado las más evidentes acciones por parte del gobierno para censurar la libertad de expresión. El gobierno venezolano al igual que quienes actúan durante la noche para arrebatar la tranquilidad ciudadana ha detenido momentáneamente su marcha para la implementación de la Ley de Delitos Mediáticos. Así como el maleante espera el descuido de sus victima para robarlo, este gobierno espera que la sociedad venezolana se descuide porque el esperpento bautizado como Ley de Delitos Mediáticos estará allí como caimán en boca de caño que sólo se detuvo para sufrir una metamorfosis y camuflarse en una ley de educación. Ciertamente un gobierno tiene la facultad de regular el espectro de las ondas radioeléctricas pero en ningún caso tendrá la facultad de suprimir el derecho a los ciudadanos de expresar LIBREMENTE sus pensamientos, sus ideas u opiniones sin limitación de fronteras y por cualquier medio de comunicación. Cuando un gobierno empieza a sentir que la expresión libre de las ideas y de los pensamientos de sus ciudadanos representa un dedo que lo acusa siente necesario limitarlo y acallarlo, es así como ese gobierno se convierte en dictador.
- Jean Paul Sartre -
Cnel. (GN) Antonio Semprun
La noche sirve entre otras cosas para amparar el delito. Los delincuentes esperan que llegue la noche para cometer sus fechorías y atacar a sus víctimas. La noche favorece al hampa, así actuó el gobierno del presidente venezolano un viernes por la noche, cuando para seguir asestando golpes letales a la debilitada democracia en Venezuela arenga a sus asalariados para que estos a su vez envíen a emisarios de la ilegalidad a presentarse en horas de la noche en treinta y dos emisoras de radio y dos estaciones de televisión a silenciarlas porque en la ruta hacia la dictadura una emisora de radio o una estación de televisión disidente representa una ventana al mundo que hay que cerrar. El presidente venezolano se ha propuesto a engullir poco a poco pero sin pausa la libertad de expresión en Venezuela. Es la orden que dá y que ha recibido. Se vale de una corte de acólitos encabezados, esta vez por la Fiscal General sobre quién debería recaer la responsabilidad de velar por la correcta aplicación y el cumplimiento de las leyes de la República. Esta dama que ante el regaño del amo se coloca la toga y el birrete para impregnarse ilegalmente de legisladora, propone una ley de Delitos Mediáticos que se estrella de frente con el artículo 57 de la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela y el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Somos los venezolanos los únicos artífices para llevar adelante la misión de abrir los oídos, los ojos del bravo pueblo de Venezuela y de la comunidad internacional para que entiendan una vez por todas que en Venezuela un presidente se convirtió en el bodeguero que quiere administrar y ordenar el país como una bodega de su propiedad. El presidente venezolano anuncia a gritos con sus actos y acciones el camino hacia la dictadura. Después de Cuba donde por cincuenta años no ha habido libertad de expresión ni de pensamiento, Venezuela es el segundo país del continente en donde se han encaminado las más evidentes acciones por parte del gobierno para censurar la libertad de expresión. El gobierno venezolano al igual que quienes actúan durante la noche para arrebatar la tranquilidad ciudadana ha detenido momentáneamente su marcha para la implementación de la Ley de Delitos Mediáticos. Así como el maleante espera el descuido de sus victima para robarlo, este gobierno espera que la sociedad venezolana se descuide porque el esperpento bautizado como Ley de Delitos Mediáticos estará allí como caimán en boca de caño que sólo se detuvo para sufrir una metamorfosis y camuflarse en una ley de educación. Ciertamente un gobierno tiene la facultad de regular el espectro de las ondas radioeléctricas pero en ningún caso tendrá la facultad de suprimir el derecho a los ciudadanos de expresar LIBREMENTE sus pensamientos, sus ideas u opiniones sin limitación de fronteras y por cualquier medio de comunicación. Cuando un gobierno empieza a sentir que la expresión libre de las ideas y de los pensamientos de sus ciudadanos representa un dedo que lo acusa siente necesario limitarlo y acallarlo, es así como ese gobierno se convierte en dictador.