Después de casi dieciséis años de desgobierno, Venezuela es el reflejo de un
país arruinado, debido a una administración ignorante y corrupta que lo único
que ha sabido hacer es buscar culpables para endosarle sus errores.
Quien asumió el poder en el año 1.998 después de robarle la
vida a más de cien venezolanos usando las armas de la República,
lo obtuvo mintiendo, fue la forma de timar a un pueblo que buscaba nuevos
horizontes. La mentira es usada por este régimen como el lubricante para crear
esperanza en una población cada día más dependiente de las dádivas que
le arroja el poder ejecutivo.
Expresiones como las pronunciadas por Chávez, “no importa
si no tenemos para comer ni para vestirnos, lo que importa es la
revolución”, la del ministro Ricardo Molina ante la escasez de
shampoo en el país, “pues si por la revolución tenemos que dejar de
lavarnos el pelo, lo haremos”, o la de Rafael Ramírez, en relación a la
aceptación de Venezuela como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de
la ONU, “es la muestra del amplio apoyo internacional a la revolución como
promotora de la paz, de la justicia social y de los derechos”, reflejan que así
como la inseguridad, la mentira es una política de estado.
La jerga entre ladrones solo busca
complicidad entre ellos. Es
el comportamiento de un régimen de ladrones que empeñaron su palabra de
brindar desarrollo, mejor futuro a
los venezolanos quienes después de una década, algunos
visten con harapos, otros buscan alimentos en los basureros y muchos
deambulan entre farmacias y supermercados para poder sobrevivir.
Solo el despertar del pueblo subyugado por la mentira de
los delincuentes lo hará libre.
Cnel (GN) Antonio Semprún
@antoniosemprún