Nicolás Maduro convirtió a Venezuela en un país de héroes y veteranos de guerra, debido al conflicto interno que ha desarrollado en su afanosa carrera por mantenerse en el poder, lo que ha dejado en el campo de batalla en el que se han convertido las calles de Venezuela, los cadáveres de los valientes jóvenes asesinados por cometer el “delito” de pretender un mejor futuro.
En la criminal guerra que libra, suma aliados extranjeros a sueldo que hacen lobby internacional a favor de una causa perdida como Ernesto Samper y José Miguel Insulza e involucra a cómplices nacionales como el general Padrino López, que lo ayuda a respirar las últimas bocanadas de oxígeno del fracasado proyecto que lo llenó de oropel.
Ante la única abundancia que hay en Venezuela (la tristeza y la desesperación), la pregunta que se hacen los venezolanos para terminar con la desgracia que se vive en el país es si volver a las urnas de votación después de las experiencias vividas con dos venezolanos en los que depositaron la esperanza; uno prometió cobrar y el otro defender el voto con su vida, pero ambos encontraron una excusa conveniente para no hacerlo.
La encrucijada dejada por el incumplimiento de quienes se erigieron en su momento como representantes de los venezolanos en la peligrosa circunstancia en la que se encontraba Venezuela, debe promover un compromiso que garantice el final de la dictadura sangrienta implantada en Venezuela. Están llamando a votar con un árbitro “CNE” y con un juez “TSJ”, ambas piezas de la dictadura, deben comprometerse públicamente a defender la voluntad de un pueblo que vote masivamente teniendo en cuenta que el 85% de los venezolanos quieren vivir en libertad y en democracia. Ese porcentaje no le deja margen a quienes llaman a votar, a otra excusa que no sea la cobardía, la complicidad y el engaño.
Cnel (GN) Antonio Semprun
@antoniosemprun
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