Venezuela es
hoy un país de Record Guinness. En los últimos dieciséis años un
grupo de delincuentes conformado por extranjeros y venezolanos que muestran en
sus curricula vitae una larga lista de robos, asesinatos y falsificaciones
usurparon el poder para usarlo como patente de corso.
Lograron
arruinar al quinto exportador de petróleo del mundo, transportaron a sus
ciudadanos al siglo XIX, se pelean como enemigos en largas colas para disputarse
un artículo de primera necesidad o un jabón de baño, crearon en tiempo récord
una multimillonaria clase social en la que la riqueza no es fruto
del trabajo y aún así pretenden tapar el sol con un dedo para
mantener su status quo.
Sobre el moribundo país no
se ven buitres volando en círculos para alimentarse de sus restos,
porque estuvieron por más de una década alimentándose de sus
riquezas. Ahora se alejan a buscar otro país del
cual alimentarse dejando a los venezolanos al borde del desastre y de la
hambruna, mientras la corrupta cúpula que saqueó y entregó el país flota dentro
de una burbuja dorada donde no existe escasez ni inseguridad.
En esa cúpula de
delincuentes está el muchacho de los mandados, un grave problema
para Venezuela, no
por lo que le mandan a decir (que lo repite mal), sino por lo que le mandan a
entregar. En esa acción ha entregado la tranquilidad de los venezolanos, la
Soberanía Nacional, las riquezas del país y sus empresas más importantes
hipotecando así el futuro de los
venezolanos.