Cnel. (GN) Antonio Semprun
Oficial de la Plaza Altamira
El poder constituye una peligrosa adición en quien comete toda clase de abuso para alcanzarlo y mantenerse en el. Esa adicción es una característica común de los dictadores, el poder los hace creer que serán la excepción de lo que le ocurre a quienes por décadas han oprimido a sus pueblos, lo utilizan en pequeñas cuotas para ir comprando conciencias y servidumbres a quienes habrán de arrodillarse para ganar su favor y poder así participar en el festín en donde las normas son la opulencia, el maltrato, el irrespeto y el abuso.
Los más recientes hechos ocurridos en los pueblos árabes dan cuenta que los pueblos se cansan que un dictador los oprima, llega un día en que despiertan para exigir lo que por años un individuo y sus socios le han robado, en este tipo de desgobiernos quien lo ejerce agudiza su condición de delincuente, premeditadamente permite que quienes lo rodean se empantanen, se ensucien las manos, transgredan las normas para hacerlos cómplices y de esta manera exigirles lealtad incondicional.
Cuando los ''flamantes'' dictadores llegan o toman por la fuerza el poder una vez que han enlodado a su entorno más cercano comienzan a criticar lo que practican, exigen sacrificios que no están dispuestos a realizar, encuentran un culpable que será el responsable de todo aquello que afecte el bienestar de los ciudadanos, enarbolan la bandera de la igualdad pero viven en opulencia sin ningún tipo de necesidades mientras el ciudadano común sobrevive cada día, incitan las invasiones pero protegen sus lujosas propiedades, esbozan eslogan donde quien manda es el pueblo pero el pueblo no tiene ni viviendas ni hospitales, protegen al delincuente y sancionan al honesto, menosprecian el merito y premian la mediocridad.
De esa manera se mantienen por anos oprimiendo a los ciudadanos hasta que los pueblos reaccionan, cada dictador pone un toque personal a su paso perentorio por el poder, los hay excéntricos y genocidas, los hay ladrones y narcisistas, los hay groseramente generosos con lo que no les pertenece, todos tienen una característica común su ambición desmedida por el poder y el terror a perderlo lo que los hace vulnerables a asumir cualquier compromiso sin importar lo irracional que sea con tal que los mantenga en el.
Los dictadores han tenido y tendrán un merecido final, son objeto de la justicia de los hombres o de la segura justicia divina, cuando los pueblos deciden que ya esta bueno de opresión, irrespeto, abusos y tiranía en ese momento les llega la hora más terrible de sus vidas dejar aquello por lo que han entregado hasta la soberanía de su país. Los pueblos árabes le están gritando al mundo con estruendosa voz que ya no hay cabida para dictaduras, Ben-Ali y Mubarak son historia gris de un esplendoroso futuro, le toco el turno a Libia, es tiempo que los pueblos vivan en paz decidiendo su propio futuro, sin individuos que pretenden eternizarse en el poder amañando elecciones y sembrando odios entre las familias y la sociedad.
El mundo será un mejor lugar cuando desaparezcan los falsos demócratas que se esconden en la mentira para reelegirse una y otra vez haciéndole creer a los pueblos su entrega incondicional por ellos cuando la realidad es la ambición por el poder y las prebendas que genera. El proceso emancipatorio de los pueblos árabes tiene como norte el rescate de sus derechos individuales, el respeto a decidir su futuro y el de sus países, no han salido a las calles a proclamar comunismo ni socialismo, quieren vivir en democracia en una democracia real donde exista independencia de poderes, elecciones libres, libertad de expresión, esas son las demandas que están exigiendo y por las que han hecho correr a Ben-Ali a Mubarak y a los que vendrán.
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