En Venezuela desde hace más de quince años a las instituciones del estado se les cambia el nombre y se inventan otros para crear nuevos elefantes blancos con enormes trompas chupa dólares. Así apareció el socialismo del siglo XXI que estaría conformado por lo más florido de la irresponsabilidad, el resentimiento y la ineptitud.
A este adefesio se fueron sumando oportunistas, ladrones, drogadictos y guerrilleros que se subieron el pañuelo del cuello y lo usaron de antifaz. El proyecto así bautizado ofrece atractivas oportunidades, inmunidad ante la ley, abuso de poder y sobre todo riqueza fácil y expedita para un pequeño número de sanguijuelas.
Así se implementó en el país el sistema que ha convertido al venezolano en el depredador del venezolano cuando le vende la pastilla de un medicamento que no se encuentra por el precio de su caja, un sistema que encamina a la juventud venezolana a copiar una de las páginas más lamentables que ha tenido que asumir la juventud cubana para subsistir.
Este drama transcurre ante la mirada indiferente de algunos miembros de la MUD, en la que la unidad se disfraza a conveniencia de rojo y la de quíen en el pasado fuera receptor de la esperanza del venezolano, hoy convertido en juez y verdugo de sus compañeros de lucha arropado con una manta Gandiana sin cuentas pendientes con la justicia.
La inmundicia del siglo XXI está paleada por quienes convirtieron la verdad en mentira y hacen en el país lo que les da la gana. Es por eso que en Venezuela no hay desabastecimiento, no se violan los derechos humanos, no hay corrupción y el venezolano vive feliz. El tiempo que dure esa “mentira” solo depende de los venezolanos.
Cnel (GN) Antonio Semprun
@antoniosemprun
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