El riesgo de una convulsión social no es un evento fortuito, ni una situación que puede presentarse de manera espontánea. Deben presentarse las condiciones sociales, políticas y económicas que lleven a una sociedad a producir una crisis de consecuencias inimaginables y el ambiente ya está creado.
En Venezuela la estridencia de una conflagración social es cada día más alta debido al caldo de cultivo que hierve de manera permanente a una temperatura que está alcanzando su más alto grado de ebullición, debido a una serie de ingredientes que no dejan de estar presentes.
Una conveniente guerra económica creada para responsabilizar a terceros de la ineptitud del régimen, partidos políticos de oposición con luchas intestinas incapaces de diseñar estrategias consistentes, representados por individuos que son más ricos que hace dieciséis años a pesar de la miseria en la que está sumida Venezuela, corrupción desenfrenada, inseguridad incontrolada, inhumano desabastecimiento de alimentos y medicinas, censura de los medios de comunicación, manipulación del servicio de internet y de las redes sociales están llevando de manera constante a un inevitable colapso.
El régimen en su afán de desmarcarse de la crisis que azota el país, introduce eventos que en vez de exonerarlo lo responsabiliza, acusa a Estados Unidos, a la empresa privada y a lo que llama la derecha apátrida de la penuria de los venezolanos.
La única guerra que existe en Venezuela, es la que libran sus ciudadanos en las indignantes colas por un kilo de carne, por un rollo de papel o un paquete de harina pan. Una chispa podría en cualquier parte del país dar inicio a un no deseado estallido social.
Cnel (GN) Antonio Semprun
@antoniosemprun
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